La movilidad como base del movimiento
Movilidad y movimiento deben ir de la mano más allá de compartir lexema, ya que la movilidad será la capacidad de nuestras articulaciones y por tanto de nuestro cuerpo, de desplazarse en un determinado rango de movimiento (ROM). Esta frase puede sonar redundante, pero es fundamental entender que si no somos capaces de controlar nuestras articulaciones en todos los planos para las cuales están preparadas, no solo no estamos controlando nuestro cuerpo como exponemos en el primer punto, sino que además nunca llegaremos al potencial tanto de rendimiento como de fuerza y salud articular para el que estamos preparados biomecánicamente.
En el ámbito deportivo, en ningún caso podemos renunciar a ejecutar movimientos completos y compensados a niveles de movilidad articular y flexibilidad. Un ejercicio correctamente realizado va a ser siempre un movimiento mucho más sano eficiente. Por el contrario, si tenemos una cierta carencia de movilidad a la hora de realizar un movimiento desafiante, estaremos limitados en un ROM muy deficiente para la tarea que queremos llevar a cabo. En un caso práctico, si queremos coger un peso de un mueble por encima de la cabeza, el hombro requerirá ciertos grados de libertad en los cuales haya estabilidad y fuerza (lo que llamamos movilidad activa) desde el comienzo de la articulación hasta el peso a levantar.
En este rango de movimiento, si el hombro no es capaz de moverse con soltura, tan pronto como tratemos de levantar el peso, este incitará a nuestro hombro a ir hacia delante, atrás o los lados antes de sucumbir ante él, pudiendo provocar algo más que un problema en casa.
La Fuerza, el mejor fármaco
Dentro de todas las capacidades físicas básicas, o cualquier cualidad física, la fuerza es sin duda la que mejor relación guarda con la longevidad, salud y funcionalidad, una palabra muy querida en CrossFit.
La Fuerza no está única y exclusivamente relacionada con la masa muscular, sino que responderá a la correcta estimulación sobre el
sistema nervioso central.
Este será el encargado de liberar hormonas como la testosterona, la hormona del crecimiento o el IGF-1, una hormona parecida a la famosa insulina, pero capaz de controlar el crecimiento y desarrollo celular.
Como consecuencia de la segregación de este tridente, así como multitud de factores desarrollados por la tensión mecánica, el entrenamiento de fuerza mejora la densidad ósea, el estrés oxidativo, la sensibilidad a la insulina, la autofagia e inflamación crónica, aumenta la oxidación de grasas y un larguísimo etcétera.
Por desgracia, en nuestra sociedad cada vez nos ha preocupado más y más evitar levantar hierros por miedo a las lesiones en caso de los hombres y por miedo a una estética “masculina” en el caso de las mujeres, cuando enfermedades como la sarcopenia, diabetes o hipertensión sí deberían ser preocupaciones reales y fundamentadas.
El entrenamiento de fuerza correctamente programado y ejecutado nunca empeorará tu estética, salud o rendimiento. La fuerza, valga la redundancia te hace fuerte, te hace indestructible.